Melancolia

Decidi entonces que tenía una especie de cariño especial hacia la melancolía, me llamaba, me acariciaba, me hacía olvidar.
¿Si era yo, por aquel entonces una persona triste? Nº, no tenía todo lo que pudiera querer, pero creo q no existía realmente algo que me llenará por completo, sin embargo, no me consideraba una persona triste, no vacía, aunque no supiera realmente qué había entro de mi.
Había recuerdos, aunque no pudiera decir realmente de qué estaban cargados, es decir, no eran recuerdos malos, ni tristes, ni solitários, y aún así venían a mí con la suavidad del sonido de una serenata de Beethoven, rodeados de pura y silenciosa melancolía y dibujaban notas con el humo de mi café.
Sin embargo, y sin comprender nada de esto, la melancolía estaba siempre en mi cuarto, sentada frente a mi, fumaba un cigarro y me echaba el humo aa cara.
Me mira a acusadora, como si yo debiera saber por qué ella siempre estaba en mi compañía?... ¿O pudiera ser que fuera yo quien estaba en su compañía?
¿Podría ser acaso que no era quien tocaba aquella melodía?
¿A quién pertenecía realmente esta habitación?
EL humo no era del tabaco, era incie só, con aroma a rosas, subía por el aire frente a mi rostro y se mezclaba con el aroma a café.
¿Cuándo habían comenzado a gustarme tanto las rosas?
¿Desde hacía cuánto tiempo encendía yo un incienso cada noche?
¿Cuando había cambiado el vodka y los sábados por la noche por la soledad del frío departamento?
Entonces me di cuenta: no amaba la soledad, amaba mi melancolía, la paz que ella me brindaba, los momentos de reflexión que me permitía.
Me di cuenta, cariño, que no era el problema prefirir acariciar las teclas de piano antes que tú suave piel adornada de lunares y fuego.
Me di cuenta que nada tenía que ver con que prefiriera la compañía de mi gato, antes que la tuya, vida mia.
Podía amar tu sonrisa, tus lunares y tu poesía, pero jamás te amaría tanto como a mí melancolía.
En ella encontraba pasiones, dolores y alegrías. Me había visto caer y aprender a levantarme.
Podré amar tus besos, Angel mio, tu calidez y tu melodia, pero jamás podría amarte más que a mí melancolía.



Ass: Regina Umbrae. 

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