Y en el
humo de aquel cigarrillo se iba formando su imagen, su sonrisa de maldad al decirme
adiós...
Yo me lo había
buscado, si es verdad, pero aquella sonrisa no se había borrado nunca de mi
mente, esa sonrisa que decía que yo me arrepentiría más que ella, y no se
equivocaba.
En su imaginación
la había amado, en alguna realidad idealizada por ella la había querido y debo
admitir que había tardado más de lo que creí que podría en darse cuenta que
esos desvaríos no serían realidad, yo era una fría piedra que solo la escuchaba
cuando no tenia más nada que hacer…
“fría piedra” fue así que me llamo antes de
cerrar la puerta del taxi, esas palabras se habían quedado gravadas en cuero y
acero. “no amas más que tus libros y hojas llenas de vacías palabras” y cómo
contradecirla si al final ella tenía razón, de alguna forma lograba conocerme
tanto como mis vacías palabras me conocían, yo no podía amarla, y no me
arrepentía por nunca intentar hacerlo, pero que falta hacia alguien cuando no había
nadie más, cuando no quería escuchar a los demonios de las vacías palabras, a
los fantasmas plasmados en aquellas páginas llenas de heridas, de
arrepentimientos, de dolores nunca admitidos, hacía falta alguien cuando me
ahogaba en páginas llenas de nada…
No, ella no
se había equivocado, me arrepentiría más yo, su silenciosa maldición había sido
lanzada, y aquí me encontraba yo en lo oscuro de la habitación escribiéndole.
Y entre un
vaso de vodka y un cigarrillo barato, su sonrisa se burlaba de mí, y al
terminarse, ella me habría olvidado y yo tendría otro juguete para no ahogarme
en mares de tinta y letras.
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