Cartas...

“Maldita sea esta maña de pensarte, de susurrarle a vacío todo aquello que no te he dicho.
Maldita sea mi maña de querer demostrarte que tu ausencia ya no me afecta (o será maña de querer tenerte cerca?)
Maldita sea esta maña mía de querer creer en tu falsa inocencia, de echarle las culpas al acaso.”
Así empezaba a escribirle nuevamente, porque aunque insistiera en decir que no lo quería cerca, aunque repitiera que no le necesitaba, aunque dijera que no quería volver a verle, si quería hacerlo.
Voy a admitir que no era uno de mis demonios, como tantos creen, y no, tampoco era un viejo amor herido, aunque insistieran en decirme que seguro tendría alguno en mis memorias. No, esta vez no, esta vez era una persona, que por culpa nuestra o del acaso ya no estaba en mi vida, y todas las veces que había intentado cambiar eso las cosas salían terriblemente mal. Voy a admitir, por primera y última vez, que dicha persona formaba parte de una familia que nunca existió y formaba parte de tantas letras que jamás nadie leyó.
Pero aunque ya había tenido más que suficiente de intentos en vano de cambiar las cosas, a veces algo dentro de mí aun quería intentar, aun quería creer que podría solucionarlo. Un lado de niño mío quería creer en esas historias estúpidas e infantiles de que todo se solucionaría, de que todo tiene que tener una solución, pero no, yo sabía que eso no era más que una tontería de niños, y entonces me dedicaba a escribirle alguna otra carta que jamás sería leída, si quiera enviada...



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