Debo decir
que no entendía realmente La vida. No quería aceptar que el mundo era infancia
o aburrimiento, que debía dejar cualquier tipo de diversión si quería ser
adulta y debía hacerlo a la edad que ellos dijeran.
No quería
creer que una persona solo podía divertirse en la infancia, luego todo era
seriedad y algunas risitas en cortas conversaciones.
No quería
seguir escuchando que no podía usar la ropa que quisiera ni combinarla con lo
que quisiera, que debía maquillarme a su modo o amoldar mis gestos a los de
ellos.
No quería
que me obligaran a pensar que cumplir mis obligaciones no era suficiente, que
debería dedicar mi vida entera a sus padrones.
No quería
que intentaran obligarme a estar seria todo el tiempo, a fingir que soy feliz
con esa máscara genérica, ni quería repetir sus frases o contar sus aburridos
chistes.
Reí a
carcajadas y reí bajito, creé mis frases y las pinté en sus muros. Me puse mis
ropas, me maquillé, y bailé a mi modo. Conté mis chistes y mis gestos llamaban
la atención de otras máscaras. Desacomodé las horas de mi vida y jugué básquet con
la rutina.
Tomé la
máscara que me habían dado y la pinté con arabescos y colores de historias
pasadas, la adorné con risas y lágrimas, La perfumé con el olor a bares y al
verde de las plazas, la tatué de libertad y pasiones.
Tomé mi
máscara y la exhibí orgullosa al mundo como un niño que muestra su primer
dibujo…
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