Y aquellas
frases se graban en tu mente y te llenan de incertezas, de ganas de creer que
todo podría ser deferente, pero, a quién engañar? Sabes muy bien como todo
terminará.
Un cigarro,
un trago y unas cuantas palabras tiradas al vacio. Ya podía ver esa escena tan
clara en mi cabeza. La luz de la luna por la ventana y los libros abiertos para
ayudar a mi imaginación con las palabras.
Y admitirlo
era quitar cualquier posibilidad de magia, negarle a la vida todo ánimo para sorpresas,
pero era tan simple ver a través de las cosas. Era tan simple ver como al
final, por más disfraces que le pusieras a la vida, seguía siendo la misma vida
de siempre.
Y no
importaba cuánto quisieras creer que no era así, que el acaso aun puede traer
sorpresas, que a tantos años que quedaban por delante no podían restarle solo
el aburrimiento de ya haberlo visto todo, pero era como ver una película que ya
sabias el final, no había sorpresas ni nuevas emociones.
Y al final
del día, la curiosidad pudo más que la razón, y en poco tiempo me encontraba en
mi ventana con un café en la mano y un cigarro en la otra, desvariando en
frases y teorías tontas con la soledad.
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