Corres,
escapas otra vez. Siempre huyendo, aunque no sepa de qué.
Dime ojos
tristes ¿por qué miras atrás? Ya no hay nada allí que deba importar.
Eran tan
bellos sus dulces ojos cuando cantaba, tan hipnótica su sonrisa cuando bailaba,
pero antes del amanecer huía. Mientras el mundo dormía, aquellos ojos corrían
ocultos de otras miradas.
Dime ojos amedrentados,
¿por qué miras atrás? ¿de qué huyes tanto?
Caminaba
por la arena y los vi: aquellos ojos grises que bailaban y reían, que cantaban
y recitaban las más hermosas prosas falsas que alguna vez he oído.
Allí
estaban aquellos ojos que me han visto observar el amanecer innúmeras veces,
aquellos mismo que creen que no los he visto huir.
Allí estaba
yo, y frente a mi, aquellos ojos tristes. Habían detenido su huida y se
sentaban a mi lado a ver el amanecer.
“no huyes
hoy?” pregunté
“no hasta
que todo a mi alrededor duerma”
“no puedes
escapar a las miradas que te ven…”
“no escapo
a las miradas.”
“¿eh? Y ¿a
qué escapas?”
“escapo al
amanecer.
En la
soledad mi mente hace ruido y por eso vengo a bailar y cantar aquí, pero al
amanecer no hay forma de cubrir su sonido”
El sol
comenzaba a salir y no pude evitar desviar la mirada de aquellos ojos grises
que me evitaban para observar el paisaje, cuando volví a voltearme ya estaba
muy lejos para oírme, o al menos eso creo, no quise intentarlo.
Esta vez no
miraba hacia atrás, sabía que aun la observaba. Solo se alejaba rápidamente.
Solo la
dejé irse, era el precio a pagar por haberme dormido…
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