-eres una
perdedora – dijo, intentando herirme, pobre ingenuo
- Si –
sonreí – y hasta podrías decir que llevo más de la mitad de mi vida siéndolo –
mi miraba confuso ahora – pero sabes que es lo mejor de todo eso? – no
respondió, claro que no lo hizo, qué podría haberme respondido cuando yo sonreía
y él intentaba atacarme
- Lo mejor
de todo eso – le dije – es que he aprendido a pelear mis batallas. A golpes si,
y perdiendo más de la mitad de mi vida, tienes razón. Pero jamás he perdido una
batalla sin pelear, sin levantarme más veces de las que debía, sin pelear aun
tumbada en el suelo.
“Si –
reafirmé – tienes razón, soy una perdedora, tengo anotadas más derrotas que
victorias, pero ahora he ganado, he aprendido a luchar, y aprendí a no perder.
Ahora soy yo quien gana, y en algunos años habré tenido más victorias de las
que podrían haberse imaginado.”
No
respondió, estaba perplejo por la respuesta, ya no dejaba que me atacara como
siempre lo hacía, ya no callaba ante sus gritos, ya no aprisionaba en mi
interior sus insultos, ahora era yo quien se levantaba, era yo quien atacaba y
era él quien sangraba.
“La vida da
tantas vueltas” me había dicho una vez, amenazante, jurando que yo siempre
volvería a él, que yo lo necesitaría otra vez, pero estaba equivocado, la vida
gira en todos los sentidos: yo volvía a él, a devolverle todos sus ataques,
todas las palabras que había guardado dentro de mí por tantos años.
- Soy una
perdedora – sonreí – y créeme que estoy orgullosa de serlo…
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