Su sonrisa
de maldad se dejaba ver tras aquella taza de café y sus ojos oscuros parecían
encenderse como el fuego. Se avecinaba una tormenta y ella era pura paz.
Un tornado
podría arremolinarse a su alrededor, pero ella era simplemente imperturbable
Tenía el
rostro de un ángel y la sonrisa del diablo, esa sonrisa de quien ya había ido y
vuelto tantas veces; ella sabía ser un ángel, pero su mente era un infierno,
podría construirte un paraíso o incendiarte.
Era esa
sonrisa, esa fina curva de sus labios llena de maldad lo que no me dejaba
dormir.
Su imagen
sentada con las piernas cruzadas, la izquierda por cima, su taza de café con
rosas color sangre en su mano derecha, su cabello volando con el viento como si
tuvieran un trato de no enredarse nunca, de no despeinarla, sus botas bien
lustradas y ese pequeño corte en su faldón que mostraba levemente l suavidad de
su piel, cautivando mi imaginación.
Tenía la
delicadeza en la postura y los gestos de la realeza y una mirada rebelde e
incontrolable. Y arrancaba de mí mis mayores vicios de poeta.
Y soñaba
con ella desde entonces todas las noches, con su sonrisa de maldad tras aquella
taza de café.
Desde aquel
día solo tomo té.
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