Quien era?

“-quien eres?” le pregunté, como si recién hubiera notado su presencia en aquel lugar
“-tomaste tanto que ya me has olvidado?” preguntó bromeando
“-yo jamás olvido” reí “-sé tu nombre, pero no quién eres, déjame cambiar la pregunta si así lo deseas: de dónde eres, cuántos años tienes, quienes son tus padres?” me senté a su lado
“-yo soy Dam, aunque mi nombre ya lo sabes, tengo 23 años y naci de Irlanda, mi padre es español y mi madre irlandesa, Joaquín y Mary. Ahora es tu turno” dije riendo, como si todo esto fuera un chiste extraño, como si le estuviera inventando un cuento a un niño
“-Tengo 19 años, soy del mundo e hija de la vida” respondió ella, dudando
“- eso no se vale, no has aclarado nada, solo has encontrado la forma de no responder”
“-pero es la verdad, no tengo padres, nací en este mundo y no reconozco nacionalidad alguna, a veces soy  de aquí, otras veces de por allá  y, de vez en cuando, no soy de ningún lugar”
“-bueno, al menos ya sé tu edad, supongo que podría conformarme con eso por hoy, ya se va haciendo tarde” me levanté y le extendí la mano para ayudarla levantarse. “-vamos le acompañaré a casa, señorita del mundo” dije bromeando
Muchas veces pasé por su casa luego de aquella noche, pero la señorita “del mundo” casi nunca estaba. Cada cierto tiempo podía verla sentada en su ventana viendo las estrellas con una pluma larga en la mano, entonces corría a casa, tomaba una bandeja con una tetera y dos tazas y unos cuantos terroncitos de azúcar que solía guardar para las mejores charlas, de camino pasaba por la tienda y compraba te en hebras, era su favorito, golpeaba a su puerta y entraba antes de que pudiera preguntarme que hacía yo allí con una bandeja para preparar té.
“-Se ve que odias tomar el té solo” dijo una noche
“-Odio el té” le respondí “-es como agua sucia con azúcar” y la seriedad con la que lo dije no duró mucho,  o mejor, no duró nada
“-Se nota que odias el té, jamás te he visto tomar una taza” bromeó
Y la noche transcurría con historias de sus viajes, de las personas que conocía, de mis locuras, de las historias que oía por allí, de la gente que ninguno llegó a conocer…
La noche se terminaba en conversaciones banales sobre la vida, y cuando el sol salía, ya no había té, ni terrones de azúcar, ni tinta en el tintero, ni hojas limpias, entonces yo sabía que ella volvería a irse.

Muchas veces golpee a su puerta pensando que no porque yo no la viera en la ventana significaría que no estuviera en casa, pero si estaba allí, era muy buena escondiéndose porque jamás la había encontrado, nunca nadie me había atendido.


Ass: Dam

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