Y entonces
terminaba todo otra vez, como siempre terminaba. Empezaba a evitarlo sea con
verdades o mentiras y nuestras conversaciones se volvían menos frecuentes y más
cortas. Y por fin había vuelto a pasar, el era solo otro juguete del que me
había cansado.
Habíamos sido
como dos bloques de hielo, jugando a querer. Pero finalmente mi mente había
desvendado a su ser y el juego se vuelve aburrido cuando solo te queda ganar,
cuando ya no tiene misterios ni jugadas que te hagan pensar.
Esta vez había
sido un juego más divertido al principio, él sabía ocultarse y confundirte,
pero no había más nada tras ello, era tan o más vacio que mis otros juguetes. Se
creía el jugador, tardó más que el resto en darse cuenta que no lo era.
Tan metido
estaba en su papel de jugador, tan creído de tener el control, que no se dio cuenta
cuándo comenzó a trasparecer sus miedos e incertezas, y no eran más que las
mismas que ya había visto en tantos otros.
Temía a la
soledad, temía ser el juguete de alguien más, temía perder ese encanto que
caracteriza a las personas que son acostumbradas a jugar. Pero su tiempo estaba
pasando y en el fondo lo sabía, no era más que un cuerpo bonito que moriría con
los años, no tenía en sí nada que pudiera llamar tu atención si no lo hubieras
visto ni en fotos nunca.
Tal vez eso
era lo que me separaba de tantas diversiones que había conocido era que yo no
quería ser solo un cuerpo en el control momentáneo en cuanto los años me lo
permitieran, no, yo estaba cansada de esa idea tonta, porque la había vivido ya
tantos años antes sin siquiera saberlo o desearlo, yo sabia que necesitaba
algo, quería ser algo más, no soportaba la idea de ser algo tan vacio, y he ido
con los años coleccionando tantas historias y estudiando tantos gestos que si
alguien pudiera decir al menos que estoy tan vacía cuanto los muñequitos de
plástico que sueles conocer en aquella fiesta después de un par de copas, al
menos tendría algo más que un cuerpo efímero.
“la belleza no solo es efímera, es relativa y eso es el peor infierno de los vanidosos”
Jamás fui
tan egocéntrica de creerme inteligente, o quizás siempre fui demasiado curiosa
para creer que sabía lo suficiente de cualquier asunto, pero siempre me resigne
a creer que algún día podría haber sido tan vacía como ellos.
Y me
dedicaba a hacerles ver que no eran más que muñequitos de plásticos en descomposición,
perfectos por fuera con un límite de tiempo, pero tan vacíos por dentro.
Y mi
condena era aburrirme de todos ellos, era darme cuenta que no tenían nada que
aportar, ver a través de ese traje sin relleno, y así terminaba otro de mis
juegos…
Comentarios
Publicar un comentario