rompecabezas

Me miró, casi me fulminó con esos ojos, y yo sabía lo que vendría luego: yo era la culpable, aunque no supiera de qué o cómo, resultaba siempre culpable de algo, de mi falta de suerte, de la de los demás; de sucesos a mi alrededor o del otro lado del mundo: de las palabras que pronunciaba o de las de alguien más.
No puedo afirmar, al menos no con sinceridad, que no fuera culpable de alguna de estas cosas, y quizás hasta de varias de ellas, al final todos somos culpables de algo, pero no podía entender por qué para ellos yo era la causa de todo mal.
Innúmeras veces intenté comprender el por qué, por qué yo era lo único que no encajaba por allí, por qué yo era la pieza del rompecabezas sobrante, por qué no era más que una pieza desechable en aquello que debería ser mi lugar, qué era lo que estaba mal conmigo?
Debo admitir que jamás intenté arreglarlo, jamás intenté excusarme sobre ello, jamás intenté negar que algo estuviera mal conmigo, y tal vez jamás lo intentaría, pero si exigía saber el por qué, y es que tenía que haber un por qué en toda esta confusa historia.
Pero poco importaba lo que hiciera, nunca era suficiente, y así fui aceptando que no importara realmente lo que pasara, yo nunca dejaría de ser aquella pieza sobrante.
A veces, he llegado a creer que algunos seres simplemente estamos aquí para vagar por ahí, sueltos, sin encajar en ningún rompecabezas y si encajar entre nosotros mismos, solitarios. Algunos se conforman con lugares donde una pieza fue arrebatada intentando acomodarse en un espacio que es de una forma diferente a ellos, intentando amoldarse, disimulando su rareza. Otros simplemente aceptamos nuestra soledad como si de un destino imposible de cambiar se tratara.

A propósito: que irónico y tonto suena el concepto de destino no? Más aún cuando nos referimos a éste como algo sin posibilidad de cambio…


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