-“eres una
cursi egoísta sin remedio” me dijo como si descubriera El mundo en aquella
frase, y qué podría decir yo para defenderme si por cima de sus problemas y
preocupaciones, yo solo pensaba en mi y en cómo se veía bonito así, frágil,
casi tanto como era bonito verlo erguirse con todo ese visual llamativo de
aquella silla en la que se sentaba a menudo tan serenamente. Era ahora solo una
criatura frente a un vasto mundo.
Yo?
Egoísta? Si, si lo era, y aun lo soy, pero cursi? No, esa era una falsa acusación,
solo había leído demasiadas poesías y él era solo el niño de turno tras la
máscara perfecta, solo un títere de mi egoísmo.
Los días pasarían
y aquel visual poco a poco se iría, ya no se sentaría en aquella silla y ya no llamaría
mi atención observarlo.
El tiempo pasaría
y ya sus problemas no seria oídos por mi, ya no me importaría observar sus
debilidades, o como caminaba de un lado de la casa al otro buscando una explicación.
El tiempo pasaría
y otros libros llegarían a mi vida, y con estos, otros niños que se ajusten a
esa mascara.
Yo, egoísta?
Si, y eso no era novedad para nadie, pero no podía acusarme de cursi por querer
revivir personajes en rostros reales, por ponerle mascaras a las personas y
escribir mi propio libro con ella, por rehacer cuadros de libros adueñándome de
momentos.
No, no podía
acusarme de cursi, cuando solo era romántica a mis personajes.
No podía acusarme
de cursi, cuando todo era egoísmo disfrazado.
No, no podía…
Comentarios
Publicar un comentario