La Ventana

Se sentó en aquella ventana, la misma en la que siempre se sentaba cuando era niña. Estaba de vuelta.
El árbol había crecido, las hojas ahora iban más allá del techito que estaba arriba de la ventana, la chapa ya no ardía por el sol y sus hojas cubrían el techito que se situaba hacia afuera y debajo de la ventana, aquel por el que subían al techo del segundo piso cuando eran niños.
La música sonaba en sus audífonos. Le parecí rara. No era ella la que escuchaba esa melodía, sino una niña, de largos cabellos dorados que brillaban al sol de un verano lejano.
El otoño aqui ya había pasado, estábamos a mitad del invierno, pero las hojas del enorme árbol seguian tan verdes como n la más cálida primavera, meciéndose con el suave viento.
El sol quemaba en su rostro, y la brisa congelaba sus brazos, y ella tuvo el impulso de bajar por el techo y correr hacia su derecha, a la terraza que no era más que el techo de aquel primer piso al que no le dejaban ir de niña, aunque eso no los detenía, bajaban por cualquier ventana o trepaban por el portón del pasillo descubierto.
Quería volver a caminar por aquel muro, como le enseñaron de niña para pasarse al otro lado, recorrer todos los rincones de aquel techo, entrar en el mini depósito que era su ¨cuarto de juegos,¨ acomodados entre viejas sillas y mesas rotas. pasarse horas allí dentro jugando cartas y tomando coca.
Coca, el vicio de aquel niño, no comería en el recreo para poder comprarse su botella de coca a la tarde, los convencería de cualquier modo para juntar plata y comprar una para todos, aunque al final se la tome solo él
Y usar la puerta para trepar al segundo piso. Escuchar los gritos diciendo que se bajara de ahí, que saliera del depósito, que podía lastimarse. Los gritos desde la ventana diciéndole que entre a bañarse y a tomar la leche.
Quiso sentarse a tomar la leche, a pesar que no tomaba leche hacía más de diez años.

Comentarios