Yo(s)

-Dejaré el café- Dije y di un sorbo a mi taza de té
-Esto es horrible- Sentenció alguien, dejando la taza sobre la mesa -Dile que vuelva- suplicó jugando con la cucharilla en la taza
-Ya no volverá a tomar café con nosotros- expliqué como si hablara conmigo misma
-Solía gustarte tomar café con nosotros- Dijo el doc, volviendo a tomar un sorbo
-Los gustos cambian, Doc y yo ahora solo tomo té.
La verdad es que tenian razón, estaba horrible, lo odiaba.
En la mesa de la cocina había tres personas tomando té, sentadas en ronda, discutiendo de nuevo tu ausencia a la hora del café. O eran solo dos espejos? o una persona y su soledad?
-Lo odias- Me acusó
-Y yo también lo odio- aclaró otro observando la taza ya fria con asco.
-Tienen razón es horrible- dije resignado -Quiero un café, Doc
-Lo tiraste todo
-Compremos más
-Son las 3 am
-Y con un café no te loibrarás de nosotros
-Ni traera sus besos aqui
-Quizá ese era el problema, Doc, no me gustaban sus besos con sabor a café, me gustaba el café con sabor a sus labios, a sus caricias, a su piel.
-Muy diferente de este asqueroso té
-Con sabor a vacio, a soledad, a consuelo baarato
-No es café lo que me falta, Doc, Son sus letras, su voz, su música
-No es el té ço que te sobra
-Es su sombra pavoneandose por la casa, riendose de tu cara, de nuestras charlas.
-Me estoy volviendo loco, Doc?
-tonterias, solo necesitas encontrarla
-Y donde la encuentro?
-Trae la pala, no estará muy lejos de donde estuvo la ultima vez
-Pero No puedo correr y la camisa de fuerza esta muy ajustada
se escuchó el suspiro de la enfermera que estaba parada en la puerta
-Otra vez hablando solo, Señor? cuantas veces le he dicho que deje de intentar correr tras los recuerdos?
miré al rededor pero mis acompañant4es de antes ya no estaban. otra vesz estaba solo en esta maldita habitacion con la mirada de compasion de una estúpida enfermera, en aquel maldito manicomio.
Otra vez me asaltaban las imagenes de su rostro de piedra, su sangre en mis manos, sus silenciosos ojos, rogándome algo de amor, de perdón o quizás compasión.
Otra vez me turbaba la imagen de su fria tumba, de aquella vieja cabaña, de la pala.
Otra vez me acusaban los recuerdos de su voz momentos antes del caos, de su calma, de su amor.
-Me estoy volviendo loco, Doc? - Pregunté, mirando por encima del hombro de la enfermera, pero mi reflejo no respondió, solo me observaba, en silencio, acusandome, viendo como me sedaban otra vez.

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