martes a la noche...

 Entonces comprendí que ya no me dolía, ahora eras solo una fecha más en el polvoriento baúl de recuerdos. Supe que había superado todo el domingo de invierno que disfruté la soledad; aquel día festivo que no festejé; aquella noche en la discoteca que bailé sin pensar en que hora sería afuera.

Los días pasaban y ahora el frio viento de invierno jugaba entre mis largos cabellos. Esta noche el bar estaba muy agitado, la gente iba y venía, las meseras reían de un chiste del encargado, el whiskey calentaba mi cuerpo, la música sonaba alto desde el gran parlante de la esquina del salón principal.

De repente el viento dejó de soplar entre mis cabellos, la música ya no se oía ni las risas. El tiempo se detuvo, hasta me arriesgaría a decir que el mundo había parado de girar, el sol se había congelado y la luna ahora ardía.

La puerta se abrió y, antes que pudiera tener tiempo a reaccionar, te sentaste en aquella mesa, diagonal a la barra donde se posaba mi vaso de whiskey, ya vacío.

Supe que las heridas no habían curado cuando te vi aquella noche y volví a sangrar.




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